Él, Richard Gere, el famoso actor, simplemente, se dejó la barba de unos días, puso un gorro en la cabeza y se sentó a pedir en una calle de Nueva York. Nadie le reconoció.
Se mira demasiado hacia arriba. Falta humildad para reconocer que se visten apariencias y se tapan miserias.
¿Qué valor tenemos si medimos a las personas solo por su posición social, por sus contactos o su puesto de trabajo? Sí, claro que tiene importancia, y mucha; sin embargo, no ocultemos lo que nos diferencia de las máquinas.
Razonemos, despleguemos empatía, sentido de la equidad, de la solidaridad. Sabemos que la vida tiene cara B para todos. Para unos más que para otros, es cierto. Más no esperemos a que nos la muestre para acercarnos a los que lo necesitan.
¿Qué nos separa de "los sin techo"?, ¿una mejor decisión, alguien que nos apoya? No estamos tan lejos. Le puede ocurrir a cualquiera. Cuando trabajé en Padre Rubinos, recuerdo haber visto allí a un Premio Pulitzer, a un ingeniero, a un licenciado en Economía, un albañil, una ama de casa, entre otras personas tremendamente válidas, a quiénes la sociedad coloca una etiqueta y les excluye, negándoles cualquier oportunidad de demostrar su valía.
Algo va mal en esta sociedad donde unos calzan zapatos de más de 1000 euros mientras otros caminan descalzos.
¿Qué valor tenemos si medimos a las personas solo por su posición social, por sus contactos o su puesto de trabajo? Sí, claro que tiene importancia, y mucha; sin embargo, no ocultemos lo que nos diferencia de las máquinas.
Razonemos, despleguemos empatía, sentido de la equidad, de la solidaridad. Sabemos que la vida tiene cara B para todos. Para unos más que para otros, es cierto. Más no esperemos a que nos la muestre para acercarnos a los que lo necesitan.
No son parte del mobiliario, son personas, seres humanos, que por voluntad o necesidad están en una situación de la que deben salir y la indiferencia les hunde más.
¿Qué nos separa de "los sin techo"?, ¿una mejor decisión, alguien que nos apoya? No estamos tan lejos. Le puede ocurrir a cualquiera. Cuando trabajé en Padre Rubinos, recuerdo haber visto allí a un Premio Pulitzer, a un ingeniero, a un licenciado en Economía, un albañil, una ama de casa, entre otras personas tremendamente válidas, a quiénes la sociedad coloca una etiqueta y les excluye, negándoles cualquier oportunidad de demostrar su valía.
Algo va mal en esta sociedad donde unos calzan zapatos de más de 1000 euros mientras otros caminan descalzos.